Todo el mundo puede ser proactivo. Solo hay que tener la firme determinación y buscar maneras de convertir la proactividad en un hábito de vida, reescribiendo los viejos patrones de pensamiento y acción. Si quieres saber cómo hacerlo, aquí te daré algunas pistas. Pero antes veamos qué significa realmente ser proactivo.
¿Qué es la proactividad?
El término “proactividad” fue acuñado por el psiquiatra y neurólogo vienés Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido (1946). Y se popularizó con Los siete hábitos de las personas altamente efectivas, del escritor y empresario estadounidense Stephen R. Covey.
¿Pero qué significa exactamente esta palabra? Frankl define la proactividad como la capacidad de responder de manera asertiva ante cualquier dificultad que se presente, en lugar de simplemente reaccionar. En otras palabras, tomar las riendas de las situación y desplegar soluciones eficaces e inmediatas al problema.
Responder vs. reaccionar
Nota que hay una diferencia muy importante aquí: responder vs. reaccionar. Responder es un acto voluntario. Reaccionar no. Por ejemplo, si te golpeas el dedo gordo del pie con un mueble y maldices, estás reaccionando. Si te ofenden y te enfureces, estás reaccionando.
Reaccionar es la manera natural del ser humano de interactuar con el entorno. Fue un paradigma muy útil para nuestros ancestros, que vivían rodeados de peligros (sobre todo depredadores) y tenían que actuar lo más rápido posible en un entorno donde las leyes de la física y la biología se imponían.
Pero, en la actualidad, reaccionar ya no es tan efectivo como antes. Ya no tenemos que enfrentarnos a animales salvajes, sino a jefes, amigos, parejas, familiares, tareas difíciles, retos, desafíos, etc. Las leyes de la física y la biología han cedido terreno a las de la cultura y la sociedad.
De modo que la realidad que vivimos exigen algo más que una simple reacción involuntaria. Requiere una respuesta controlada y voluntaria. Responder es, como vimos más arriba, un acto voluntario. Tomas el control de la situación en lugar de dejar que la situación tome el control de ti.
Siguiendo con los ejemplos anteriores, si te golpeas el dedo gordo, en lugar de maldecir puedes respirar profundo y decirte por dentro “no voy a maldecir” o “vaya, fue solo un accidente”. Y luego sonreír. ¿Ves la diferencia? La reacción dio lugar a una respuesta asertiva.
De igual manera, si alguien te dice algo ofensivo, puedes guardar silencio, dar una respuesta que desactive a tu oponente o simplemente largarte en vez de enfurecerte. Todo en dependencia del contexto en que ocurra y del curso de acción que mayores beneficios te ofrezca.
Proactividad y autoconsciencia
Como ves, la proactividad se trata de responder en lugar de reaccionar, de actuar a consciencia y voluntariamente para obtener el mejor resultado posible ante cualquier situación. Algo que, lógicamente, no puede ocurrir si estás reaccionando todo el tiempo como así desea tu cerebro animal.
Pero ser proactivo no es tan fácil sino no lo tienes aprehendido. En primer lugar, porque requiere una buena dosis de autoconsciencia. Si no eres consciente de lo que está sucediendo en tu mente en cada momento (pensamientos, emociones, sensaciones, etc.), te será muy difícil responder en vez de reaccionar. Este es un tema bastante que el psicólogo Daniel Goleman explica muy bien en su libro Inteligencia emocional, el cual te recomiendo.
Pero, de momento, te puedo decir que la autoconsciencia o consciencia plena puede ser entrenada. La meditación, el yoga, el mindfulness y la PNL son algunas formas de entrenar la capacidad para autoobservarte, aprender de ti mismo y desarrollar una alta capacidad de respuesta.
Como todo, lleva un tiempo adquirir la habilidad. Pero si practicas, en poco tiempo alcanzarás un alto grado de proactividad. Y esto puede cambiarte la vida, porque te convertirás en ese 1% de la población que toma el control en lugar de sentarse en el banquillo a esperar a que las cosas cambien. Así que no pierdas un segundo más y pasa a la acción. ¡Tú también puedes ser proactivo!